DIA DE LIBROS Y DE ROSAS
Como me identifico en todo lo que dice, aquí van las líneas que dedica el periodista Lluis Foix, en su blog, al día de Sant Jordi bajo el título de
Nota: Los subrayados en negro, son míos.
UN DIA DE AFECTOS Y LECTURAS
Transitar por las calles de Barcelona el día de Sant Jordi es una experiencia afectuosa, civilizada, bondadosa y cordial. La ciudad trabaja pero está de fiesta. Es una ciudad que camina tranquila y satisfecha, en busca de libros y rosas, sonrisas cómplices entre todos y todas, un día primaveral explosivo, brisa mediterránea y limpia. Libros y rosas se exhiben en muchas esquinas. La lectura y la calidez personal. Decía hoy el humanista Rojas Marcos que no conoce unas sensaciones semejantes en ninguna otra ciudad del mundo. Ni en la multiculturalidad de Nueva York ni en el cruce de etnias de Londres. Barcelona arrastra una historia larga, ha conocido tiempos turbulentos, fue capital del anarquismo ibérico y resistió los primeros bombardeos sobre la sociedad civil en la guerra fratricida. Barcelona es un espacio amable que rinde culto al libro, levanta edificios singulares y dimensionados, acaricia las playas que describió Cervantes, se sobrepone a las crisis propias de las grandes urbes. Se hablan más de doscientas lenguas tras la llegada masivas de gentes de todo el mundo. Ha asimilado el cambio. Se habla mayormente el catalán y el castellano, indistintamente, sin problemas, a pesar de que desde fuera se quiere desfigurar esta realidad. El catalán no es una lengua pequeña. No hay lenguas pequeñas. Me permitirán que vuelva a citar a Steiner cuando dice que cada lengua contiene, expresa y transmite no solamente una carga de memoria singular de toda la historia vivida sino también una energía evolutiva de su futuro, una potencialidad para el mañana. La muerte de una lengua es irreparable, disminuye las posibilidades del hombre. No hay nada que amenace más radicalmente a Europa en sus raíces, sigue Steiner, que la detergente y exponencial marea del angloamericano, de los valores uniformes que este voraz depredador esperanto comporta. Europa morirá ante un ordenador que habla inglés si no lucha por sus lenguas habladas por muchos millones o por pocos millones, cuidándolas, amándolas, recreándose en su conservación y en su buen uso. Es bueno que hablemos todos el inglés a nuestra manera, con acento, destruyéndolo si hace falta, porque no lo sabemos utilizar mejor. Pero es mejor mimar nuestra lengua propia, nuestra lengua habitual de comunicación, hablarla como el violonchelista repite una y otra vez las notas de un concierto. ¿Qué podemos hacer para no desaparecer en esta vorágine anglo norteamericana? Recuperar la lengua. Levantar la bandera de la expresión bien construida. La salvación nos llegará por la escritura y el lenguaje. Si reestructuramos la lengua, si la adaptamos a los cambios de costumbres y transformaciones sociales, podremos resistir. Si no, corremos el riesgo de perder la lengua y la escritura. Morir culturalmente. Una desgracia. La palabra es el oxígeno de nuestro ser. Nos hace iguales y nos comunica con los más próximos. Con la lengua creamos figuras humanas, firmes y destellantes. Somos capaces de arrancar de la vulgaridad situaciones incomprensibles. La lengua, la nuestra, la de cada uno, es un patrimonio también de toda la Humanidad. Hoy, en Barcelona se han vendido miles de libros y se han regalado millones de rosas. Ha sido reconfortante, un año más, ver que cientos de miles de barceloneses han salido a la calle con la ilusión de hacer feliz a una persona con una rosa o comprar un libro para ser leído. Bien mirado, la lectura es lo que acaba de modelar a una persona. Todos somos deudores y acreedores de nuestras lecturas.
Nota: Los subrayados en negro, son míos.
UN DIA DE AFECTOS Y LECTURAS
Transitar por las calles de Barcelona el día de Sant Jordi es una experiencia afectuosa, civilizada, bondadosa y cordial. La ciudad trabaja pero está de fiesta. Es una ciudad que camina tranquila y satisfecha, en busca de libros y rosas, sonrisas cómplices entre todos y todas, un día primaveral explosivo, brisa mediterránea y limpia. Libros y rosas se exhiben en muchas esquinas. La lectura y la calidez personal. Decía hoy el humanista Rojas Marcos que no conoce unas sensaciones semejantes en ninguna otra ciudad del mundo. Ni en la multiculturalidad de Nueva York ni en el cruce de etnias de Londres. Barcelona arrastra una historia larga, ha conocido tiempos turbulentos, fue capital del anarquismo ibérico y resistió los primeros bombardeos sobre la sociedad civil en la guerra fratricida. Barcelona es un espacio amable que rinde culto al libro, levanta edificios singulares y dimensionados, acaricia las playas que describió Cervantes, se sobrepone a las crisis propias de las grandes urbes. Se hablan más de doscientas lenguas tras la llegada masivas de gentes de todo el mundo. Ha asimilado el cambio. Se habla mayormente el catalán y el castellano, indistintamente, sin problemas, a pesar de que desde fuera se quiere desfigurar esta realidad. El catalán no es una lengua pequeña. No hay lenguas pequeñas. Me permitirán que vuelva a citar a Steiner cuando dice que cada lengua contiene, expresa y transmite no solamente una carga de memoria singular de toda la historia vivida sino también una energía evolutiva de su futuro, una potencialidad para el mañana. La muerte de una lengua es irreparable, disminuye las posibilidades del hombre. No hay nada que amenace más radicalmente a Europa en sus raíces, sigue Steiner, que la detergente y exponencial marea del angloamericano, de los valores uniformes que este voraz depredador esperanto comporta. Europa morirá ante un ordenador que habla inglés si no lucha por sus lenguas habladas por muchos millones o por pocos millones, cuidándolas, amándolas, recreándose en su conservación y en su buen uso. Es bueno que hablemos todos el inglés a nuestra manera, con acento, destruyéndolo si hace falta, porque no lo sabemos utilizar mejor. Pero es mejor mimar nuestra lengua propia, nuestra lengua habitual de comunicación, hablarla como el violonchelista repite una y otra vez las notas de un concierto. ¿Qué podemos hacer para no desaparecer en esta vorágine anglo norteamericana? Recuperar la lengua. Levantar la bandera de la expresión bien construida. La salvación nos llegará por la escritura y el lenguaje. Si reestructuramos la lengua, si la adaptamos a los cambios de costumbres y transformaciones sociales, podremos resistir. Si no, corremos el riesgo de perder la lengua y la escritura. Morir culturalmente. Una desgracia. La palabra es el oxígeno de nuestro ser. Nos hace iguales y nos comunica con los más próximos. Con la lengua creamos figuras humanas, firmes y destellantes. Somos capaces de arrancar de la vulgaridad situaciones incomprensibles. La lengua, la nuestra, la de cada uno, es un patrimonio también de toda la Humanidad. Hoy, en Barcelona se han vendido miles de libros y se han regalado millones de rosas. Ha sido reconfortante, un año más, ver que cientos de miles de barceloneses han salido a la calle con la ilusión de hacer feliz a una persona con una rosa o comprar un libro para ser leído. Bien mirado, la lectura es lo que acaba de modelar a una persona. Todos somos deudores y acreedores de nuestras lecturas.
Labels: Sant Jordi 2008
0 Comments:
Post a Comment
<< Home