JE SUIS CHARLIE
Existen días en que es necesario escribir algo. Hoy es uno de ellos. Google aparece con una cinta negra, en duelo,
por lo acaecido en París. Escuché
opiniones de diferentes matices esta mañana en la radio y me quedo con la crónica
de Beatriz Navarro publicada en LV desde Rotterdam, en la cual nos transcribe
las palabras del alcalde de Rotterdam, Ahmed Abutaleb, precisamente de origen
magrebí: “Hoy me llamo Charlie y soy un parisino.” Además de rechazar el
terrorismo, se dirigió a sus hermanos de fe, diciéndoles que era incomprensible
que pudieran rechazar la libertad de la sociedad europea: “pero si no te gusta,
¡por Dios, haz las maletas y vete!”
Los holandeses siempre han defendido la libertad de expresión
y mantienen vivo el recuerdo del asesinato a manos de un islamista radical del
cineasta y escritor Theo Van Gogh por su película Sumisión.
Geert Wilders, tercera fuerza en el Parlamento holandés, al
frente de su partido islamófobo, reclama la presencia del ejército alegando una
situación de guerra. Ambos líderes son
la cara y la cruz de la política holandesa.
Frente a esta situación, el actual alcalde de Rotterdam reclama reforzar
la convivencia, aislando y actuando contra quienes levantan las armas,
organizando actos públicos que unan a la sociedad. Entre el público que
escuchaba al alcalde había personas de 174 nacionalidades, entre las cuales,
nos cuenta la cronista, había un joven originario de Suriman con un bolígrafo
en alto y una francesa al borde de las lágrimas. Muchas de estas personas, no holandesas,
admiten tener miedo, pero la mayoría sujetaba un cartel que decía: “Je suis
Charlie”.
Otro cariz tiene la crónica de Gemma Saura escrita desde
París que ahonda en los orígenes del drama o, diría yo, en alguno de ellos. El barrio donde crecieron los asesinos se
llama Stalingrado. El hermano menor se hizo yihadista en una desaparecida
mezquita, donde contactó con un “emir” que dirigía una cédula terrorista que
reclutaba musulmanes franceses para ir a
combatir en Irak. La gente del barrio
Stalingrado, nos cuenta la periodista, se encoge hoy de hombros. “El islam es
una religión de amor y de paz”. “Pero
unos pocos cometen la locura y nosotros la pagamos. Todo el mundo nos mira mal
porque somos árabes y musulmanes”. El
que habla no quiere dar su nombre. En
general se sienten molestos por las llamadas a que se movilicen. El clima es
distinto al de Rotterdam, pero no dudan
en tildar a los jóvenes de “ignorantes” y de desconocer lo que es el verdadero
islam. Alegan que las viejas
generaciones nunca han tenido problemas. Consideran, los más viejos, que
Francia los respeta y ellos respetan a Francia. De hecho hay políticos y
escritores que están plenamente integrados y culpan a los líderes políticos y a
los medios de comunicación de todos sus problemas. Son franceses, han nacido
aquí, pero los llaman francoargelinos o francomarroquies.
Lo triste del caso es que el país de sus padres ya no les
pertenece y Francia, su país de acogida, los rechaza. Se sienten discriminados, no tienen trabajo,
y acumulan mucha rabia que un día transforman en violencia. La cronista se tropieza con un grupo de
egipcios llegados clandestinamente hace poco. Trabajan en un mercado.
Les pregunta si les gusta Europa. “No –contestan- pero hay
trabajo.”
Enero 10
¿Es demasiado tarde?
Terminadas las operaciones que terminaron con la muerte de
los terroristas y rehenes, todos nos
hacemos mil preguntas mientras esperamos que Francia recupere su pulso y
considere al mas alto nivel estrategias y proyectos para que nadie se sienta marginado.
Manuel Castells en su Observatorio Global (LV) considera que
hemos llegado “Demasiado tarde” . Se
provoca a Estados Unidos hasta llevarles a una guerra en Afganistán. Lo
recuerdan? Después Bush nos lleva a Irak para hacer desaparecer el régimen
baasista que, por cierto, era enemigo del islamismo. Suceden las matanzas de
chiíes en nombre de los suníes y viceversa.
Un juego diabólico que hace surgir los movimientos yihadistas y hace
nacer el estado islámico. Siria entra en el escenario aumentando la confusión y
la espiral de violencia.
“Una parte de los ciudadanos europeos empieza a adoptar la
islamofobia (una forma extrema de racismo) como bandera identitaria, como lo
demuestra el auge de Pegida en Alemania”. (Manuel Castells). Este comentarista apunta que la solución es
la tolerancia cultural y religiosa y la integración social de los jóvenes.
Termina opinando que hemos llegado demasiado tarde.
Espero que no.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home