Friday, June 19, 2015

SANT JORDI 2015

Como todos los años no falto a la cita de escribir unas líneas sobre este día no festivo pero que figura entre los más festivos y alegres del año.  Pocas ciudades, en el caso específico de Barcelona, tienen la capacidad o la virtud de reunir en sus calles  a miles de ciudadanos en busca de un libro acompañados por una rosa.  Un día en que la cultura y la tradición se dan la mano. Vale la pena resaltar que este fenómeno se extiende y se repite por todas las poblaciones de Catalunya.  No seré yo,  quien se atreva a describir las bondades  que encierra este hermoso día y, por ello,  transcribiré una editorial de la prensa local, cuyo director escribe mejor que yo.

LA DIADA MAS CULTA
Las plazas y calles de las ciudades catalanes volvieron ayer a ser el privilegiado escenario de una de las fiestas más características: la diada de Sant Jordi, que protagonizan cientos de miles de ciudadanos armados con libros y rosas. Acompañada por un radiante día en casi todo el país, la fiesta volvió a tejerse de aquel color de especial brillo que produce asombro y envidia en todo el mundo, hasta el punto de que muchas ciudades quisieran organizar un acontecimiento similar.
Sant Jordi, con miles de tenderetes de libros y rosas en las calles atestadas de ciudadanos en busca del regalo más adecuado para sus afectos, es una tradición que se mantiene y que evoluciona con los años. Una fiesta que, a pesar de la crisis económica que ha golpeado de forma notable la industria editorial, sigue bien viva y dinámica, hecho que define a una sociedad que quiere mostrarse al mundo como lo que es: moderna, culta, abierta, cívica, cosmopolita y solidaria. Libros en cualquier lengua se ofrecían al paseante, con lógica mayoría en catalán y en castellano, como corresponde a una comunidad que ha asumido con naturalidad su bilingüismo, aunque haya quienes insistan en un conflicto por el idioma que no existe más que en su imaginación. Solamente con darse una vuelta ayer por las calles de Catalunya, cualquiera se hubiera percatado de la inexistencia de esa cuestión. Centenares de escritores en cualquier lengua que firmaban libros a los lectores son el testimonio de que Sant Jordi sigue siendo una fiesta abierta y cívica.
Una tradición es algo que emerge de la raíz de una comunidad. Si además el objetivo festivo es la unión de la cultura y de la naturaleza, los dos ejes del ser humano, es evidente que esta celebración adquiere niveles de excelencia. De ahí el éxito, año tras año, del día de Sant Jordi, que produce orgullo en el ciudadano que se sabe protagonista de un acontecimiento tan especial.

Barcelona, como capital de Catalunya y capital mundial de la edición en catalán y en castellano, pretende ser nominada ciudad literaria de la Unesco, iniciativa que partió del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y a la que se han sumado numerosas ins­tituciones y entidades del país. Uno de los activos más destacados para esa designación es, precisamente, la celebración de la diada de Sant Jordi, que reúne a cientos de miles de personas en las calles en torno al libro. De lograrlo, sería el reconocimiento internacional que merece la sociedad catalana por haber impulsado su fiesta más característica en la mejor dirección: la lectura.