SANT JORDI 2015
Como todos los años no falto
a la cita de escribir unas líneas sobre este día no festivo pero que figura
entre los más festivos y alegres del año.
Pocas ciudades, en el caso específico de Barcelona, tienen la capacidad
o la virtud de reunir en sus calles a
miles de ciudadanos en busca de un libro acompañados por una rosa. Un día en que
la cultura y la tradición se dan la mano. Vale la pena resaltar que este fenómeno
se extiende y se repite por todas las poblaciones de Catalunya. No seré yo,
quien se atreva a describir las bondades que encierra este hermoso día y, por
ello, transcribiré una editorial de la prensa local, cuyo director escribe mejor que yo.
LA DIADA MAS CULTA
Las plazas y
calles de las ciudades catalanes volvieron ayer a ser el privilegiado escenario
de una de las fiestas más características: la diada de Sant Jordi, que
protagonizan cientos de miles de ciudadanos armados con libros y rosas.
Acompañada por un radiante día en casi todo el país, la fiesta volvió a tejerse
de aquel color de especial brillo que produce asombro y envidia en todo el
mundo, hasta el punto de que muchas ciudades quisieran organizar un
acontecimiento similar.
Sant Jordi,
con miles de tenderetes de libros y rosas en las calles atestadas de ciudadanos
en busca del regalo más adecuado para sus afectos, es una tradición que se
mantiene y que evoluciona con los años. Una fiesta que, a pesar de la crisis
económica que ha golpeado de forma notable la industria editorial, sigue bien
viva y dinámica, hecho que define a una sociedad que quiere mostrarse al mundo
como lo que es: moderna, culta, abierta, cívica, cosmopolita y solidaria.
Libros en cualquier lengua se ofrecían al paseante, con lógica mayoría en
catalán y en castellano, como corresponde a una comunidad que ha asumido con
naturalidad su bilingüismo, aunque haya quienes insistan en un conflicto por el
idioma que no existe más que en su imaginación. Solamente con darse una vuelta
ayer por las calles de Catalunya, cualquiera se hubiera percatado de la
inexistencia de esa cuestión. Centenares de escritores en cualquier lengua que
firmaban libros a los lectores son el testimonio de que Sant Jordi sigue siendo
una fiesta abierta y cívica.
Una tradición
es algo que emerge de la raíz de una comunidad. Si además el objetivo festivo
es la unión de la cultura y de la naturaleza, los dos ejes del ser humano, es
evidente que esta celebración adquiere niveles de excelencia. De ahí el éxito,
año tras año, del día de Sant Jordi, que produce orgullo en el ciudadano que se
sabe protagonista de un acontecimiento tan especial.
Barcelona,
como capital de Catalunya y capital mundial de la edición en catalán y en
castellano, pretende ser nominada ciudad literaria de la Unesco, iniciativa que
partió del suplemento Cultura/s de La Vanguardia y a la que se han sumado
numerosas instituciones y entidades del país. Uno de los activos más
destacados para esa designación es, precisamente, la celebración de la diada de
Sant Jordi, que reúne a cientos de miles de personas en las calles en torno al
libro. De lograrlo, sería el reconocimiento internacional que merece la
sociedad catalana por haber impulsado su fiesta más característica en la mejor
dirección: la lectura.